sábado, 30 de octubre de 2010

CLARIDAD O PENUMBRA

Antes de impulsar la creación de un ideal, el ser deberá asegurarse de la orientación y de la formación que le dará al mismo, ya que no solo con la imaginación podrá establecerlo libremente, si no existe en la disposición del genio, la sabia inspiración de educarlo para darle el estímulo necesario y vital para que pueda lograr la propia emancipación.

El esplendor de la inteligencia se localiza muy dentro de cada ser, si el ser se conforma en su interior con solamente ser un aparente testimonio, se instalará impropiamente en un nivel de conocimiento sin valores, que no le permitirá distinguir la pericia de su talento, podrá entretenerse en la penumbra del saber pero nunca podrá sustentar la claridad de la sabiduría.

Toda individualidad tiene como reserva para su evolución el intelecto, al que tarde o temprano tendrá que poner en marcha no solo para imaginar, impulsar, organizar, o proyectar, si no para crear, concebir y perfeccionar su propio ideal, el único que garantiza seguridad, estabilidad y equilibrio, permitiéndole al ser alcanzar un estado óptimo para vivir en paz y libertad.

Todo lo relativo condiciona la realidad del ser, manteniéndolo en el sendero de la disyuntiva o la alternativa. El ser deberá vivir a través de la subsistencia superficial de su composición o la comprobación de su natural  existencia.

La subsistencia es ambigua y aparente, provoca y limita al ser solamente a complacerse o sufrir de los ensayos de su imaginaria visión, hostigándolo con sensaciones, extrañas y artificiales de temor y placer.

La existencia es evidencia irrefutable, exalta y libera al ser que certifica la convicción de su esencia, lo libera de sospechas imaginarias y lo dispone a gozar de su naturaleza, con la maestría de su propia inteligencia.

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