"Para hacerte entender, para darte mi vida, debo
contarte una historia -y hay tantas y tantas- y ninguna de ellas es verdad". (Virginia Woolf)
En
el antiguo mapa terrestre se pueden apreciar borrajeados los diferentes
itinerarios qué a través de siglos trazaron y dibujaron fervorosos
materialistas (benefactores epicúreos) que juzgándose a sí mismos (superhombres)
se figuraron ídolos, genios y héroes de éste modelo cuasi perfecto que el Supremo
Creador, aquí en la Tierra instauró, con fin de dar albergue y sustento al
árbol de la sabiduría hasta tanto madurare el fruto Ignoto (no el kinoto) y
prosiguiere recorriendo el sendero de la Evolución.
Ascendencias
y Descendencias de carne y hueso hicieron del árbol leña como reserva de
utilidad y provecho personal (botín de lucro, fama e interés). No solo el árbol
fue talado una y mil veces, sino que lo más cruel es haber derrochado y
desperdiciado la energía esencial de su “savia” existencia en pretender ser lo
que el hombre nunca podrá llegar a ser.
Así
se fue reinventando esta larga historia de caminos y senderos sin salida,
siempre a gusto del regente que aun hoy sigue maquinando vías de trocha
angosta, para ser recorridos por los creyentes y obsecuentes herederos de la
Fe.
Son
solo huellas presumidas de altivos mojones de dura piedra imperfecta que “estam-pilladas”
en la memoria biográfica de la Humanidad. Es tan exagerado e interminable el
relato de este cuento que hasta los hipócritas que lo narran no se animan a
mirar el espejo de la realidad, por temor a enfrentarse con esa incesante e
insensible imagen de falsedad.
“Me maravillo a
menudo de que la historia resulte tan pesada, porque gran parte de ella debe
ser pura invención”. (Jane Austen)
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